La historia de los pueblos no se construye en un día ni sobre ideas ficticias, sino en la identidad de sus habitantes que se concreta y se expresa en la preservación y cuidado de la tierra por ellos habitada, con sus usos y su lengua. Por ello, quienes quieran conquistarla, someterla o cambiarla se verán condenados al fracaso si no destruyen hasta el último hierbajo que la habite.

He sido criada en una tierra conquistada en la que el amo destruyó todo vestigio de lo hasta entonces propio: lengua, costumbres e identidades. Y ésta es la razón por la que me sentí atraída desde que puse mis pies en esta tierra y, finalmente, la que provocó que me enamorase de Catalunya. Deseé entonces vivirla y entenderla. Y también “ha estat la raó per la que he aprés la llengua”. Todo esto abrió y conectó mi empatía hacia todas aquellas que, como yo, también la viven y la aman.

Los acontecimientos del 1 de octubre no los explicaré yo, ni las razones históricas que os llevan a luchar contra un sometimiento que de sobras conocéis. Soy argentina de nacimiento y catalana por adopción, y desde esa perspectiva sólo puedo compartir con vosotras el dolor por la barbarie impuesta por quienes no os dejan ser y la indignación que me invade al constatar que esta cruzada se está cobrando actualmente sus primeros trofeos.

Nuestras presas son, de esta forma, el agravio necesario para tapar sus propias vergüenzas, la gesta heroica del 1 de octubre que ya nadie apagará. Ellas son el precio que nos hacen pagar por reconocerlas como las voceras de los anhelos de todo un pueblo que se levanta para decir de pie que no podrán con todas nosotras. Han intentado acallar voces con rejas, privando de libertad a los que cometieron el terrible delito de no haber cometido ningún delito, su único pecado ha sido ser portavoces de la libertad, el hilo conductor de nuestros sueños. Cegados por la rabia, no advierten que ni prisiones ni mordazas conseguirán romper el vuelo de las palabras que pretenden acalladas, y que éstas, cuales pájaros en libertad, inundarán tarde o temprano todo cielo. No nos romperán tampoco a nosotras, correas transmisoras y engendradoras de esos sueños que atraviesan y merman poco a poco sus muros. Ellas están presentes aquí entre nosotras, prisioneras o exiliadas, pero junto a nosotras.

Así pues, seguimos y seguiremos todas soñando y trabajando por una tierra digna, de pie y genuinamente democrática para hacer realidad una historia que trasciende nuestra identidad. Con la esperanza de ser, tan solo, uno más entre la avalancha de pueblos soberanos que se alzarán y reclamarán lo que nunca les debió ser tomado, su libertad. Por una República social y feminista libre de toda injerencia. Y por la libertad de todas nuestras presas políticas que nos animan desde sus prisiones a construirla.

La Maria Rosa, autora del discurs